
“Algunos pueden leer Guerra y Paz y pensar que es una simple historia de aventuras. Otros pueden leer los ingredientes de un chicle y descubrir los secretos del universo.” — Lex Luthor, Superman (1978)
Hoy es 30 de abril, Día del Niño, una fecha que muchas veces asociamos con dulces, juegos y sonrisas… pero también con algo que deberíamos cuidar más en las organizaciones: la curiosidad.
Sí, así como lo lees. Esa capacidad infantil de observarlo todo, de preguntar por qué, de interesarse por lo que a otros les parece trivial, es una de las cualidades más poderosas que puede tener una persona dentro de una empresa.
La frase de la película de Superman nos deja una gran lección: no se trata solo de la información que se tiene a la mano, sino de cómo se interpreta y se conecta con la realidad. La gestión del conocimiento en una organización no depende solo de tener muchos documentos o sistemas, sino de fomentar un ambiente donde los colaboradores estén atentos, hagan preguntas y encuentren valor en los detalles.
¿Qué significa esto en la práctica administrativa?
Para quienes trabajan en áreas administrativas, esto se traduce en algo muy claro: los procesos no se mejoran solo por tener manuales extensos, sino por observar cómo trabajan las personas día a día, detectar patrones, identificar pequeñas mejoras y compartirlas.
Y para Recursos Humanos, esto implica impulsar una cultura de aprendizaje organizacional, donde la curiosidad no se castigue ni se minimice, sino que se convierta en una herramienta clave para la innovación.
¿Qué podemos hacer desde Capital Humano?
- Promover espacios de diálogo informal donde se comparta lo aprendido en el trabajo diario.
- Reconocer a quienes observan detalles y proponen mejoras.
- Hacer del aprendizaje algo continuo y accesible, no solo formal.
- Reforzar la idea de que todos pueden aprender de todos.
Este Día del Niño, más allá de las celebraciones tradicionales, es una buena oportunidad para reflexionar: ¿estamos permitiendo que nuestra gente observe, cuestione y aprenda como lo haría un niño curioso? ¿O estamos apagando esa chispa con procesos rígidos y estructuras inflexibles?
La gestión del conocimiento no es solo cuestión de sistemas, es una cuestión de cultura. Y esa cultura empieza por valorar lo pequeño, lo cotidiano y lo inesperado.