
En muchas organizaciones, todavía existen líderes que confunden autoridad con autoritarismo. Son personas que creen que mandar es imponer, que dirigir es dominar, y que ser jefe significa tener la última palabra, siempre. Lo más grave es que, a veces, estos perfiles generan resultados… pero a un precio muy alto para la empresa.
¿Cómo es un jefe autoritario?
Un jefe autoritario no necesariamente es quien grita o golpea la mesa. Muchas veces es más sutil, pero igual de destructivo. Puede ser el que:
- Desacredita propuestas por no haber salido de él.
- Ignora la experiencia de su equipo.
- Se burla del esfuerzo ajeno con sarcasmo.
- Toma el crédito del trabajo de otros.
- Usa su posición para evitar el diálogo.
Su liderazgo está centrado en demostrar poder, no en desarrollar personas.
¿Y cuál es el impacto?
Aunque parezca que “todo marcha bien”, los efectos del liderazgo autoritario son profundos y acumulativos. Entre ellos:
Pérdida de motivación
Cuando el esfuerzo no es valorado y todo se convierte en órdenes sin sentido, el equipo deja de comprometerse.
Fuga de talento
El personal valioso no tolera ambientes tóxicos por mucho tiempo. Buscarán lugares donde puedan crecer con dignidad.
Clima laboral negativo
Cuando hay miedo, sarcasmo o manipulación, la confianza desaparece. Y con ella, la colaboración y la innovación.
Imagen deteriorada como empleador
Una empresa que tolera liderazgos abusivos se vuelve menos atractiva para nuevos talentos… y para sus propios clientes internos.
¿Qué puede hacer el área administrativa?
Como profesionales administrativos, no siempre tenemos la autoridad para cambiar de inmediato este tipo de conductas. Pero sí podemos:
- Documentar prácticas nocivas.
- Impulsar procesos de evaluación de liderazgo.
- Promover programas de desarrollo directivo con enfoque humano.
- Fortalecer canales de retroalimentación interna.
- Proponer espacios de diálogo constructivo.
Recordemos que el área administrativa no solo gestiona documentos, también cuida personas. Es nuestra responsabilidad hacer visible lo que otros prefieren ignorar.
¿Qué es liderar de forma sana?
Liderar con inteligencia emocional no significa ceder poder, sino usarlo bien. Un buen líder:
- Escucha sin juzgar.
- Reconoce los logros del equipo.
- Abre espacio para ideas diferentes.
- Aprende de sus errores.
- Inspira, no impone.
El liderazgo autoritario no siempre es evidente, pero sí deja huellas duraderas. Como profesionales en Capital Humano y Administración, debemos actuar como agentes de cambio: observar, proponer y generar conciencia sobre la importancia de un liderazgo más humano y efectivo.
Porque al final del día, los buenos resultados también pueden venir acompañados de respeto, motivación y crecimiento colectivo.